Pueblo de Cachiche |
Origenes
Epoca Incaica
De acuerdo a la
tradición Oral que los amautas se
encargaron de transmitir, de generación tras generación:
Hasta que, finalmente el
Inca Pachacutec desistió de sus propósitos y por consejo de
sus amautas, quienes le dijeron que la zona era Aillpa Cachani (tierra
salada) abandonó para siempre sus deseos de conquistar Cachiche.
Nunca antes los
cachichanos habían tenido necesidad de recurrir a sus poderes sobrenaturales
para defenderse, ya que no tenían apego a los bienes materiales y, la guerra
era la negación misma de su razón de ser.
Frente a estas amenazas
del mundo que les circundaba, su ánimo decayó, al extremo que, poco a poco se
fueron desintegrando. Algunos dicen que primero empezaron ha desaparecer sus
brazos, luego sus piernas y después sus ojos, hasta que finalmente se
extinguían. Era por ello que no se ha encontrado cementerio alguno con los
restos de los primeros pobladores de Cachiche, ya que no eran seres
terrestres no tampoco inmortales.
Antes de extinguirse el
poblado de Cachiche, se dice que Nihcnauj, el último de los
cachichanos del Periodo Primitivo; predijo que los futuros pobladores de la
zona heredarían algunos de sus poderes como consecuencia de que el ambiente
retendría un ápice de los mismos, quienes no sabrían explicarse de donde
provenían dichas facultades.
La Llegada de los Españoles
Corría
el año de 1563, cuando Don Jerónimo Luis de Cabrera en
compañía de sus tropas pasaron por el Valle de
Ica decidiendo establecer allí un poblado y desarrollar plantaciones
de Uva y Algodón, dadas las bondades del clima seco y la calidad de la tierra.
Poco a poco se fue colonizando la zona, particularmente en dirección Sur, hasta
llegar a lo que antiguamente los Incas denominaban Cachiche.
Según las
narraciones de los primeros pobladores hispanos, cuentan que una tarde,
mientras buscaban estacas, se tropezaron con un anciano de apariencia similar a
la de ellos, quien les dijo donde podrían encontrarlas. Les señaló en dirección
hacia el antiguo poblado y les manifestó:
“En Cachiche las hallaréis”
No
dejó de llamarles la atención dicha persona, ya que no la recordaban como parte
del equipo colonizador. Sin embargo siguieron la dirección señalada,
encontrando infinidad de estacas y un riachuelo de aguas cristalinas, que
cuando se introducían en ellas podían verse la infraestructura de sus cuerpos y
las de sus animales. En un principio esto les causó espanto y lo tomaron como
“Cosa del Diablo” pero, con el transcurso del tiempo, se acostumbraron a ello y
dejaron de darle importancia.
Desde entonces se conoce la
palabra Cachiche en el idioma castellano. En su obra “LA
VERDERA HISTORIA DE LA
COLONIZACION DE CACHICHE ”, (Sevilla 1702), el
cronista PEYO BOLADURAY MUCHOHUESO, narra que para 1575 habitaban
la región 723 colonos y, desde entonces y hasta 1681, no se asomó nadie que
deseara establecerse en dicha zona.
El
poblado se convirtió en un Ente autónomo gracias al olvido al que los tenían
relegados las autoridades virreinales de Lima y a extraños poderes de los que,
comenzaron a dar muestra algunos de los Nuevos Cachichanos.
La Epoca del Virreinato
Tan pronto
comenzó su gobierno el virrey Don Francisco de Toledo marchó en
dirección a las serranías del Perú. Para suerte de los pobladores se olvidó de
visitarlos de tal manera que ellos pudieron seguir desarrollando sus industrias
y prosperar.
Pero, una
tarde de 1584, revisando Los Registros de Asentamientos en las Oficinas
Virreinales, un burócrata encontró el enclave de Cachiche en
dirección de la
Costa Sur de Lima. Esta información
atrajo la atención de sus excelencia quien, después de consultar con el
tesorero real, el Estado de las Finanzas Coloniales y descubrir que nunca
habían recibido de dichos habitantes ni el quinto real, ni el sagrado diezmo,
decidió visitar a estos Evasores Contributivos, que además eran irreverentes…
Pronto el
estado y la iglesia acordaron salir en acción al Valle de Ica, a fin de cumplir
con su función administradora y su misión evangelizadora. Es así que partió una
comitiva encabezada por el mismísimo Conde de Villar Don Prado ; quienes
llegaron después de casi diez días de viaje por desiertos y escasos valles, con
las bestias muertas de sed y ellos prácticamente agotados como consecuencia de
las inclemencias del clima seco y el abrasador sol.
Permanecieron
en el poblado de Cachiche por espacio de 13 días. Durante este tiempo se
dedicaron a censar a la población, cobrar los tributos no devengados, nombrar
autoridades edilicias, bendecir la parroquia y su capilla, inspeccionar las
plantaciones de algodón y quedar deslumbrados ante los viñedos florecidos que
hacían posible la elaboración de vinos y aguardiente de Uva, una delicia que
los chipoteaba después de unas cuantos tragos.
Por fin
decidieron regresar a Lima, cosa que hicieron, llevando consigo las peluconas de ley y sendas botijas de aguardiente. Lo cierto fue que los colonos quedaron
esquilmados y se prometieron así mismos enviar puntualmente las susodichas
contribuciones, a fin de evitar que los de Lima repitiesen la visita. De aquí
en adelante Cachiche tuvo apellido:
“CACHICHE DE
TODOS LOS SANTOS”
Ocurrencia
de su ilustrísima, ya que así quedaba el lugar bajo la protección de la
mismísima Corte Celestial.
Lo que todos
ellos ocultaron a los visitantes fue lo relacionado con los poderes que iban
adquiriendo y las propiedades mágicas del riachuelo; se aterraban de sólo
imaginarse que podían ser llevados ante la
SANTA ADQUISION , acusados de ser brujería o pacto con el
diablo y, ante la posibilidad de ser sometidos a los rigores del interrogatorio
o terminar en la hoguera.
Desaparicion de los Pobladores
Sorprendentemente
durante casi dos siglos por razones que en Lima nadie podía explicar, el
gobierno dejó de visitar “CACHICHE DE TODOS LOS SANTOS”, pero no
dejó de percibir ni el quinto, ni el diezmo; los cuales llegaban con
puntualidad inglesa.
Por medios
que no se ha podido revelar, el gobierno de Lima se enteró de los poderes
sobrenaturales de los pobladores de Cachiche y dio conocimiento de ello a la
iglesia, la cual reaccionó precipitadamente lenta y, después de una
conspiración, acordó con el gobierno dispersar a los cachichanos por los
confines del planeta, antes de que tuviesen el mal pensamiento de sacudirse del
yugo colonial.
Una
madrugada, mas de 350 tropas reales al mando de un sargento mayor, rodearon la
villa y sacaron de sus lechos a los apacibles villanos, sin hacer caso del
llanto de los niños, ni de las lágrimas y alaridos de las mujeres, ni de las blasfemias
y procacidades de los varones. Todos fueron subidos en carretones y con fuertes
escoltas de caballería fueron llevados hacia el norte, en dirección al puerto
de Pisco.
Todo esto
aconteció a mediados del siglo XVIII; Los 1203 deportados se alejaron de las
costas del Perú, la tarde de Julio de 1759. La partida fue sombría y acompañada
de malestares de la propia naturaleza, tanto que el comandante del navío:
“Nuestra Señora de las Sorpresas” consulto con el vicealmirante Chiquitín
Gonzáles de Alcántara, comandante del Galeón Imperial; la convivencia de
posponer el momento de zarpar, ocasionó que Gonzáles estuviese decidido a dar
por terminado este negocio a cualquier precio.
Fue esta una
de las muy pocas y raras veces en que la corona española deshabitó un pueblo.
Sin saberse nunca donde fueron desembarcados los pobladores de Cachiche.
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