Icono de Viracocha |
La ceremonia incluía fiestas y ofrendas de reconocimiento y de gratitud. Desde las cuatro direcciones del del Tawantisuyu los poblados enviaban uno o más niños al Cusco, para, luego de las ceremonias allí oficiadas, regresar y ser ofrendados a huacas locales, cuyos adoratorios se localizaban en las montañas en toda la extensión del imperio inca.
Toponimia
Existen dos versiones verosímiles sobre el origen y significado de
este término, según la primera de ellas, se originaría en la acepción
del término capac o cápac, o qhapaq con el significado de «soberano», o «señor» y el de hucha
como «culpa», «pecado», «negocio», o «pleito». Estos significados son
los que figuran en los diccionarios quechua del siglo XVI y XVII de Fray
Domingo de Santo Tomás y Diego Gonzáles Holguín. Según este enfoque, capac cocha significaría «culpa del soberano», o del Inca, u «obligación al rey».
Sin embargo, la interpretación de la palabra hucha como pecado
parecería fuertemente distorsionada por la evangelización, una segunda
interpretación, sostenida por Enrique Urbano, toma en cuenta otro
término usado por Cristóbal de Molina: cachaguaes o cachaguaco que añade otra dimensión semántica al vocablo ya que significa «mensajero», o «enviado» y cachani «enviar un mensajero o un mensaje».
Entonces, en esta interpretación, la capac cocha tendría
relación con enviar mensajeros o enviados a los dioses. Estos mensajeros
eran portadores de ofrendas y al mismo tiempo ellos mismos eran las
ofrendas y, teniendo la función de mensajeros, debían presentar a los
dioses las peticiones del pueblo.
La Cosmovision Incaica
El espacio inca
El mundo andino estaba dividido en lo alto y lo bajo. El valle del Cuzco, como la capital incaica, se divide en una parte alta y otra baja, como también Tawantinsuyu (el imperio de las cuatro direcciones) se divide en cuatro suyus o partes. Por un lado, Chinchaysuyu y Antisuyu al Norte y Oriente. Por otro lado, Collasuyu y Cuntisuyu al Sur y Occidente. Cada parte estaba dividida por 9 ceques, líneas visuales que conformaban un sistema lógico, coherente y unificador, a lo largo de las cuales había 328 huacas.
La relación entre los lugares sagrados con los ceques que irradiaban de Cuzco (especificamente de Coricancha
) constituía, además, un instrumento útil para la organización
territorial del imperio. Asimismo, cumplía la función de dirigir la
atención de los territorios lejanos hacia la capital como centro
preeminente del poder político y religioso. Las relaciones entre
diversos puntos del paisaje se expresaban mediante un sistema de
relaciones geográficas, organizado de acuerdo a lineamientos
genealógicos.
El inframundo
las poblaciones del antiguo Perú tenían la percepción de una «segunda vida» tras la muerte que transcurría en el hurin pacha. Dentro del perfil de segmentación del universo andino, el hurin pacha es uno de los tres planos verticales, el plano interior de la tierra, el que se situaba por debajo del kay pacha. Casi todas las informaciones, tanto de época colonial como actual, además, lo relacionan con Supay, el demonio y la oscuridad.
Las informaciones insinúan que existió una percepción del hurin pacha bipartita, al menos. Por un lado se situaba un plano intra-terreno, lugar donde se ubica la fertilidad, el Sol (como punchao),
la Luna y los animales de la noche; atravesado este plano por un mar.
Por otro lado, se hallaría el plano de la eterna oscuridad, donde se
ubica el máximo exponente de la noche, la forma antagónica de la
potencia celeste, la potencia germinativa, el uku pacha.
Tanto hurin pacha como uku pacha son dos vocablos que
se confunden en las crónicas y podrían haber existido otro tipo de
denominaciones que se han olvidado con el transcurso del tiempo y por la
evangelización. Posiblemente, eran dos vocablos que designaban partes
del mundo intraterreno, pero los datos son muy confusos.
Habitar el inframundo, o habitar el lugar de las almas ubicado al
otro lado de la orilla de las aguas eternas, era una forma de concebir
el ser transformado en contacto con los acontecimientos del futuro, como
puede ser la lluvia. Así, la lluvia, ubicada en el inframundo, se
prepara, sube al cielo y cae para empapar la tierra. De hecho los apus, los achachilas,
se perciben como cerros que protegen y sustentan a las comunidades, su
interior alberga la vida en germinación, la contención de las lluvias, e
incluso, los difuntos. El cerro sería la comunicación entre el hurin pacha, el kay pacha y el hanan pacha.
El Ingreso al Inframundo
Las crónicas relacionan el hurin pacha con seres y objetos de pequeñas dimensiones. Por ejemplo, Pedro Pizarro escribió que durante el delirio de Huaina Capac «le entraron tres indios nunca vistos, muy pequeños, como enanos, adonde él estaba y le dijeron 'inga, venimosle a llamar...'». La visión relaciona el tamaño de los comunicadores con el inframundo y con la noticia de su muerte.
Las ofrendas de niños y jóvenes relacionadas a la capac cocha
eran acompañadas por réplicas en pequeña escala del mundo real con
formas antropomorfas, así como llamas y objetos de uso cotidiano. Estas
no son solamente estatuillas, todos los detalles son miniaturas,
incluyendo los textiles en si mismos, tocados de plumas, etc. En muchos
casos los tocados y vestimentas reproducen los mismos que vestían los
niños.
Las definiciones halladas en el diccionario de Jesús Lara llevan a
pensar en la posibilidad de interpretar el «mundo de adentro» como
recorrido por caminos o tránsitos por los cuales el difunto vagaba en su
peregrinación.
Se piensa que, para su viaje, los niños debían transformarse
simbólicamente en las figurillas que los acompañaban, y que las ofrendas
se relacionan con éste viaje, por ello llevaban comida, bebida,
sandalias adicionales y mantas.
Momia del "Niño del Cerro El Plomo" |
El ritual Capac Cocha
Los ídolos incaicos
Los pueblos bajo dominio inca veneraban las huacas, o wakas,
nombre con el que se designaba a todas las sacralidades fundamentales,
ídolos, templos, tumbas, momias, lugares sagrados, animales, aquellos
astros de los que los ayllus, o clanes creían descender, los propios antepasados, y, las wakas principales, el sol y la luna. Los incas creían que el Inca Tupac Yupanqui podía hablar con las wakas, y por medio de estas conocía los hechos pasados y futuros, incluso la llegada de los españoles a América.
Luego de someter a un pueblo a su dominio, el inca delimitaba las
tierras que se iban a dedicar al cultivo y los lugares sagrados. Algunos de estas apachita, o adoratorios serían los indicados para los sacrificios de capac cocha. Muchas apachita se encuentran en uso hasta hoy en diversas partes de los Andes.
Desarrollo del ritual
Los sacrificios de niños y jóvenes mujeres se realizaban con
regularidad en todo el imperio. El inca supremo ordenaba las normas de
estos sacrificios, y los tukuy rikuq, corregidores, y los michuq,
jueces, debían rendirle cuentas de su fiel ejecución. En cada región
del Tawantisuyo se ofrendaba en honor a las waqas locales: en el Chinchay suyo era Pacha Camac, creador del universo; en el Ande suyo se hacía en honor a Saua Ciray, Pitu Ciray, y a Otorongo, el jaguar; los colla suyos homenajeaban a Uillca Nota y los conde suyos a Coropona.
La capac cocha se realizaba, en la fiesta Qhapaq Inti Raymi, o fiesta del señor Sol, Quilla Raymi, o fiesta de la luna, Chasca Cuyllor, Venus o el lucero, y Chuqui Ylla, posiblemente Marte, así como para la coronación o muerte del inca y también para propiciar buenas cosechas o ahuyentar desastres de pestes, sequías, o erupciones volcánicas.
De cada uamani, denominación para el distrito administrativo incaico, se enviaba a Cuzco uno o varios niños de entre seis y diez años, bellos y libres de señal o mancha,
muchos de ellos hijos de caciques locales principales. En varias
crónicas, referidas a diferentes ceremonias, se habla de entre
quinientos y mil niños y niñas en cada ocasión. Los niños viajaban acompañados por una comitiva de sacerdotes y
acompañantes hacia a la ciudad de Cuzco, en cuya plaza principal, se
encontraba el ushnu, centro simbólico del universo incaico.
Las ceremonias en Cuzco podían durar varias semanas, durante las
cuales se realizaban danzas rituales, ofrendas en objetos, oro y plata, y
sacrificios de aves, camélidos, cérvidos y felinos, y también de niños,
en el templo de Curi Cancha, así como en Pumap Chupan, templo de la luna, y en otras wakas consideradas principales.
Durante las ceremonias, los niños eran santificados como «hijos del
sol», tal como el mismo inca, y recibían presentes propios de su nueva
condición, como tejidos cumbi de gran calidad elaborados por las acllacona.
Estos tejidos son de gran significación como símbolo de pertenencia
incaica, ya que incluso jefes y caciques tenían prohibido su uso. Luego,
el inca y los sacerdotes presidían la ceremonia de matrimonio simbólico de niñas y niños.
Finalizadas las ceremonias, los niños, los sacerdotes y su comitiva
de acompañantes emprendían el viaje de regreso a sus comunidades. Al
retornar no lo hacían siguiendo el camino real, o camino del inca, como a la ida, sino que debían seguir un camino en línea recta, posiblemente siguiendo los ceques que partían de Cusco y se dirigían a las wakas. Este era un viaje largo y penoso, atravesando valles, ríos y montañas, que podía tomar meses.
Al llegar de vuelta a sus aldeas eran recibidos con más festejos por
la comunidad local, luego de las cuales se dirigían en procesión hacia
la waka en la cual se realizaría la ofrenda, siguiendo a los niños a ser ofrendados y a los sacerdotes de las wakas locales.
La ceremonia de la ofrenda tenía características particulares en cada
lugar, posiblemente originadas en los usos y creencias de cada
parcialidad. En la mayoría de los casos, los niños eran drogados con una
bebida de alchohol de maíz, llamada chicha y con coca, y depositados inconscientes en el lugar de la ceremonia, donde morían por hipotermia. En otros casos la muerte era provocada de manera más violenta, tal es el caso del niño del Aconcagua, con un fuerte golpe en la cabeza , al igual que el de la niña de Sara Sara y la joven del nevado Ampato, mientras que en la Reina del cerro la causa de la muerte fue una herida punzante en el hemitorax derecho, que ingresó por su espalda.
En el mismo sentido, mientras en algunos casos, como en Llullaillaco los cuerpos fueron depositados en su cámara funeraria y cubiertos con grava, en el caso del cerro El Plomo se lo envolvió en un complejo fardo funerario de varias piezas con una función y mensaje específicos, al igual que en caso del Aconcagua.
Las ofrendas humanas eran acompañadas con numerosos objetos
confeccionados con materiales provenientes de diferentes lugares del
imperio Inca. En ellas, se ven reflejadas las regiones geográficas más importantes del Tawantinsuyu, como así también los elementos simbólicos de mayor trascendencia: conchas marinas spondylus o mullu del Ecuador, metales de la cordillera, lanas finas del altiplano, plumas de las selvas orientales, hojas de coca de las yungas bolivianas, maíz de los lugares templados, manufacturados en su totalidad en la capital del estado.
El ritual y el espacio
El ritual de Capac Cocha, entonces, se empleaba para forjar y
mantener esos lazos afectivos entre las comunidades organizadas de todo
el imperio. Esto implicaba marcar las fronteras entre el mundo incaico
conocido y civilizado: los límites de percepción tanto como los límites
geográficos entre lo conocido y lo desconocido. El mundo civilizado del
dominio incaico era ordenado y definido; cada elemento o ser encontraba
su lugar en una jerarquía social estructurada, todo lo que se hallaba
fuera de su territorio era salvaje, incontrolable, amenazador.
El ritual sirve para fortalecer esa estructura jerárquica social,
para mantener la periferia unida a un centro político y religioso. Por
otro lado, los incas simulan en esa ceremonia un mundo en miniatura como
representación de un mundo ideal con el que buscan reconciliarse
permanentemente.
El matrimonio simbólico de los niños capac cocha indica la
importancia de las relaciones de parentesco en el mundo andino. La hija
del jefe de la aldea se casaba con el hijo del jefe de otra aldea
estableciendo lazos genealógicos y fortaleciendo la trama del tejido
social, mediante la intervención de la corte inca, con el rey en el
papel de árbitro y casamentero.
Las estatuillas de animales y seres humanos también ofrecen elementos
para hablar de ese mundo en miniatura del inca, en el que los niños y
su matrimonio simulado y muerte simulan el mundo de los adultos.
El tiempo ancestral
La concepción de temporalidad del mundo inca nace de un mito que tiene como protagonista al dios Viracocha.
Con él los incas explican la creación del mundo y los orígenes de la
vida humana en la tierra. El viaje mítico de esta deidad hacia Cuzco comenzó en Tiwanaku, que en el tiempo de los incas era ya la ruina abandonada pero imponente. Del sudeste al noroeste, el dios Viracocha
imitaba el paso del sol. Este viaje cobra importancia al saberse
repetido por todos los reyes incas. El viaje de cada monarca reafirmaba
la la extensión del dominio político y era legitimado por la autoridad
divina que le otorgaba el mito.
En tal caso, la ceremonia del capac cocha se utilizaba como un
recurso para unir el espacio sagrado y el tiempo ancestral y servía para
vincular los puntos de importancia ancestral y cosmológica en todo el
imperio. En este esquema, los movimientos mitológicos del Dios Creador
reflejan el movimiento arquetípico del sol al amanecer y al anochecer.
En cuanto al sacrificio humano,
era visto desde el punto de vista de la reciprocidad, de las aldeas
periféricas al centro. Una aldea o grupo ofrecía una víctima para el
sacrificio y a cambio su jefe ascendía en la jerarquía del Estado. Desde
el punto de vista de la cosmología incaica, el niño no moría, sino que
se reunía con sus antepasados y restauraba al mismo tiempo el equilibrio
perdido por el cataclismo. De modo que capac cocha representaba la
unión de un espacio sagrado a un tiempo ancestral.
Importancia de la capac cocha
Según algunos investigadores, la capac cocha sirvió como uno
de los métodos de dominación al poder del imperio inca, juntamente con
el control de la movilidad y el traslado de personas a través de una
sofisticada red caminera, y la estrategia de fragmentación de las
comunidades étnicas removiento grupos de su lugar de origen y
relocalizandolas en otras regiones, con el objeto de servir, directa y
exclusivamente, en los proyectos del Imperio. Se ha sostenido que hasta
un tercio de la población de los Andes se transformaron en este tipo de
colonos, llamados mitimaes, en época de los Incas.
El movimiento de peregrinos al Cuzco, y de allí a cada rincón del Imperio, hizo de la capac cocha una práctica orientada a unificar espacial y simbólicamente al Tawantinsuyu.
Luego de someter a un pueblo, sus lugares sagrados locales, aquellos
relacionados con los ancestros míticos y con las fuerzas naturales,
pasaban a ser adorados bajo el auspicio y en términos Incas. Su
veneración no sólo se enmarcó en la temporalidad Inca, sino también en
su materialidad. Uno de los aspectos más destacados de los paisajes que
los Incas construyeron en las provincias fue la arquitectura e
infraestructura orientada al culto de las wakas.
Durante las festividades de la capac cocha en el Cuzco se decidía qué tipo y cantidad de ofrendas iban a recibir cada waka de los Andes, de las cual los Incas mantenían un claro registro. Esto dependía de la importancia relativa de la waka y de la relación de sus devotos con los Incas. Todos los objetos y gente sacrificada a una waka,
no sólo representaban símbolos Incas, sino que también eran previamente
legitimados en ceremonias conducidas por el mismísimo emperador.
Estos niños sacrificados durante la capac cocha se transformaban así en wakas «hechas en Cuzco» que serían subsecuentemente veneradas por las sociedades de las provincias del Imperio. En otras palabras, estos niños eran transformados en wakas
en el centro del Tawantinsuyu para luego ser impuestos como objetos de
culto en las provincias como recordatorio de la centralidad y poder del
Cuzco.
Como explica Silverblatt, «En la medida en que los grupos
conquistados veneraban estas creaciones imperiales, estaban honrando los
símbolos de su propia subordinación».
De esta manera, los Incas obtuvieron el monopolio sobre el culto a las waka provinciales, teniendo el poder de promover o destruir una waka.
A través del tipo, cantidad y calidad del tributo otorgado, ellos
decidían la importancia de este lugar sagrado local. Incluso los Incas
creaban nuevas wak’a para imponer en el culto de los colonizados.
Yacimientos arqueológicos conocidos
La tabla siguiente resume los hallazgos arqueológicos asociados a ceremonias de capac cocha, en sitios ceremoniales a gran altura de la cordillera de los Andes, dentro del área controlada por el Imperio inca.
La lista está ordenada por el año de su hallazgo de manera ascendente.
Estos restos son de gran importancia porque es un hallazgo poco
frecuente, se conocen algo más de veinte.
Hallazgo | Año | Localización | Región | Observaciones |
---|---|---|---|---|
1896 | volcán Chachani, 6 000 msnm | Arequipa, Perú | Saqueado y perdido, sin datos. | |
1905 | cerro Chañi | Jujuy, Argentina | Considerado el primer estudio antropológico forense de un cuerpo congelado. | |
La Reina del cerro | 1922 | Cerro Chuscha, 5 175 msnm | Salta, Argentina | Saqueado y vendido en el mercado negro. Desde 2006 en el Museo de Arqueológía de Alta Montaña. Muy deteriorada. |
Niño del cerro El Plomo | 1954 | Cerro El Plomo, 5 400 msnm | Chile Central | Guillermo Chacón. Museo Nacional de Historia Natural de Chile |
1964 | volcán Pichu Pichu, 5 554 msnm | Arequipa, Perú | Cuerpo de un niño saqueado por huaqueros.23 | |
1964 | El Toro | San Juan, Argentina | Juan Schobinger | |
1965 | Coropuna, 6 675 msnm. | sur de Perú | Dinamitado por saqueadores. | |
Momia de Quehuar | 1974 | Quehuar | Salta, Argentina | Dinamitado por saqueadores, la explosión decapitó el cuerpo. Extraído en 1999 por Reinhard y Ceruti.24 |
1977 | Esmeralda | Norte de Chile | 2 cuerpos | |
Niño del Aconcagua | 1985 | Aconcagua, 5 300 msnm | Mendoza (Argentina | Juan Schobinger. |
Momia Juanita | 1995 | Ampato, 6 288 msnm | Arequipa, Perú | José Antonio Chávez, Johan Reinhard y Miguel Zarate. Museo de Santuarios Andinos. Dos momias más a 5 800 msnm, alrededor de siete yacimientos desde Cabanaconde hacia la cumbre.23 |
Momia Urpicha (palomita) | 1996 | volcán Pichu Pichu, 5 510 msnm | Arequipa, Perú | 2 cuerpos y sus respectivas ofrendas. José Antonio Chávez y Johan Reinhard.23 |
Momia Sarita | 1996 | Sara Sara | Ayacucho, Perú | José Antonio Chávez y Johan Reinhard |
1998 | volcán Misti, 5 822 msnm, aún activo. | Arequipa, Perú | 6 cuerpos. José Antonio Chávez y Johan Reinhard. | |
Niños de Llullaillaco | 1999 | volcán Llullaillaco, 6 700 msnm | Salta, Argentina | 3 cuerpos. Johan Reinhard y María Constanza Ceruti. |
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