Nació en la isla Puná (Puná, es una isla del cantón Guayaquil en Ecuador) hacia 1510.
De niño aprendió en las vecinas costas de Tumbes precariamente
el quechua (los nativos de la isla, los tumbes o punás, hablaban una lengua
diferenciada de sus vecinos, que está prácticamente indocumentada por lo
que se trata de una lengua no clasificada), suficiente para hacerse entender y comprender a medias y
nada más; fue allí donde Francisco Pizarro lo capturó cuando era un chiquillo junto a otros dos nativos (el futuro "Martinillo" y otro nativo) para enseñarles español y prepararlos como intérpretes.
( <<<< En la ilustración de Guaman Poma de Ayala,
Atahualpa y Pizarro en Cajamarca. A la derecha, un intérprete ( Felipillo o Martinillo ?).
También aparecen Diego de Almagro y el fraile Vicente de Valverde. )
Hay que agregar que a Felipillo, cada crónica le da un origen distinto. Tres importantes
historiadores contemporáneos han examinado la evidencia, pero han
llegado a conclusiones diferentes. James Lockhart, siguiendo a López de
Gómara, afirma que era de Poechos. José Antonio Del Busto, siguiendo a
Cieza de León, que era de Tumbes. Y Juan José Vega, después de descartar
uno por uno los otros orígenes posibles –con razones atendibles-,
indica que no podía sino ser huancavilca -un grupo étnico de las costas ecuatorianas-, la opción de Guamán Poma.
Pizarro le tomó afecto, llevándole a Panamá donde lo hizo su hombre
de confianza, bueno para todo trabajo, le dio caballo y hasta lo hizo
bautizar, honor grande para un indio porque equivalía a igualarse como
hermano de sus amos, según la mentalidad imperante en esas épocas.
En 1.528 lo llevó a España "pues era gracioso, sabia ganar las voluntades a cuantos comunicaba y era pies y manos en el servicio de su amo" como lo afirma Gonzalo Fernández de Oviedo.
Después de las Capitulaciones de Toledo de 1.529 volvió a
América y avanzó con Pizarro hasta la Puná y Tumbes donde se enteraron
de la presencia de Atahualpa
en Cajamarca, para tomar baños y curarse de una herida de flecha
recibida en la pierna. Entonces Pizarro comisionó a su hermano Hernando, que en compañía de Hernando de Soto y Felipillo fue a buscar al Inca en Cajamarca y le transmitieron sus saludos.
Felipillo parece que por la confusión del momento o por algún
lapsus gramatical, al verse en presencia del Inca, confundió las
palabras y casi produjo una ruptura de relaciones entre Atahualpa y los
comisionados, que hubiera sido de fatales consecuencias para estos
últimos.
Después de su captura volvió a ver a Atahualpa y se convirtió
en uno de sus peores enemigos, dando a los españoles noticias alarmantes
sobre supuestos preparativos bélicos, cuando lo que deseaba era que
mataran al Inca para quedarse con una de sus numerosas mujeres, de la
que se había enamorado.
Ajusticiado el Inca, Felipillo reclamó su parte de la herencia y
se acostó con la mujer de Atahualpa, honor sublime dada su condición de
plebeyo y provinciano. Entró al Cuzco entre los vencedores.
En 1534 partió con Almagro hacia el norte para impedir que Benalcázar se alzara con el santo y la limosna. Después se unieron ambos capitanes para hacer frente común a Pedro de Alvarado
que llegaba desde las lejanas costas de Centroamérica a disputarles el
botín. En tal trance Felipillo se pasó al bando de Alvarado creyendo que
éste ganaría y hasta insinuó la muerte de Almagro, que en esto de
muertos Felipillo nunca se quedaba corto; sin embargo aquí le falló la
suerte y hechas las paces tuvo que achicarse ante Almagro y pedirle
perdón y sólo se salvó merced a la intercepción amistosa de Alvarado,
pero de todas maneras quedó en desgracia. Ya no volvería a ser como
antes, el niño consentido de los conquistadores y pieza clave en el
dominio de estos territorios.
Nuevamente en el Perú, Pizarro lo envía con Almagro, esta vez a la
conquista de Chile, con la secreta consigna de que viera todo y luego se
lo contara. Mientras Felipillo acompañaba a Almagro durante su expedición a Chile,
les comunicó en secreto a los nativos que los españoles sólo querían su
oro, y les instó a atacarlos y huir. Algunos mencionan que Almagro, al
enterarse de los motivos de la traición de Felipillo y su confesión
sobre el malinterpretado mensaje de Pizarro a Atahualpa, ordenó a sus
soldados capturar a Felipillo y descuartizó su cuerpo halándolo con
caballos delante del curaca (jefe tribal) de la región.
Felipillo no fue ni bueno ni malo, simplemente siguió el ejemplo de sus
amos los conquistadores que sin ningún derecho ni recato vinieron a
tomar lo ajeno como propio y encima bravos. Lo que llama la atención en
Felipillo no es su escasa moral sino sus agallas para tratar de engañar a
los españoles con chismes y cuentecillos del Inca.
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Felipillo encarna en el Perú al traidor por excelencia. Pero ¿a quién traicionó el intérprete indígena?
Felipillo es nuestra Malinche peruana. “Es un Felipillo”, solemos
decir en el Perú de alguien que ha traicionado alevosamente la confianza
ajena. No se trata de cualquier traidor. Un Felipillo es alguien que
les clava el cuchillo por la espalda a personas con las que tiene un
vínculo social -étnico, político, gremial, etc., no un vínculo personal
(un esposo a una esposa, por ejemplo). A veces implica un elemento de
poder, y un Felipillo es un subordinado que, bajo una máscara servil,
atenta contra los intereses de sus superiores para operar en su propio
beneficio. Sea como fuere, tiene una insoslayable carga racial.
Ahora bien, para poder hablar de un traidor, necesitamos de un(os)
traicionado(s). Pero ¿a quién(es) traicionó Felipillo? ¿Cuán justificado
está el funesto lugar que ocupa en la memoria peruana y en nuestro
acervo de peruanismos?
Repasemos la historia de nuestro personaje.
A Felipillo cada crónica le da un origen distinto. Tres importantes
historiadores contemporáneos han examinado la evidencia, pero han
llegado a conclusiones diferentes. James Lockhart, siguiendo a López de
Gómara, afirma que era de Poechos. José Antonio Del Busto, siguiendo a
Cieza de León, que era de Tumbes. Y Juan José Vega, después de descartar
uno por uno los otros orígenes posibles –con razones atendibles-,
indica que no podía sino ser huancavilca -un grupo étnico de las costas ecuatorianas-, la opción de Guamán Poma.
En todo caso, parece ser que Felipillo fue recogido cuando era un
chiquillo en algún punto de la costa entre Piura y la costa ecuatoriana
aledaña al río Guayas. Todos los que han escrito sobre él están de
acuerdo en que no estaba relacionado a ninguna familia de curacas
regionales ni de funcionarios impuestos por el incario. Es decir, que
era un simple y llano plebeyo. Algo que, como veremos, es importante
tener en cuenta.
En su excelente estudio Hombres de Cajamarca, en el que
analiza las biografías de los conquistadores presentes en la captura de
Atahualpa y hace un estudio sociológico de su procedencia, Lockhart
dedica algunas páginas a los intérpretes indígenas, y realiza una
interesante comparación entre Felipillo y Martinillo, el otro intérprete
indígena importante en los momentos cruciales de la conquista.
Si bien ambos fueron recogidos en la misma zona, afirma Lockhart,
había entre ellos una clara diferencia social. En contraste con
Felipillo, que quizá procedía de una familia de pescadores, artesanos o
gente de baja condición social, Martinillo provenía de una familia
aristocrática de Poechos. Su tío era el curaca tallán
Maisavilca, cacique de Chincha, quien regía la zona. Aún no se ha
establecido de manera definitiva si Maisavilca era un cacique local o
uno impuesto por el incario, pero, dado su rango social, tenía que
hablar quechua con fluidez. Martinillo debió de criarse en un entorno
quechuahablante.
¿Y Felipillo? ¿Cómo podía hablar quechua si en las costa peruana del
norte y ecuatoriana del sur el quechua era un idioma exclusivo de las
élites?
La tesis de que Felipillo no hablaba quechua en el momento de su
captura, o lo hablaba muy mal, es defendida por Juan José Vega con
buenos argumentos. Para el connotado historiador, no deja de ser
sintomático que fuera dejado de lado por Pizarro en los momentos
decisivos. En Tumbes, el gobernador prefirió a Francisquillo, otro
intérprete indígena recogido en el segundo viaje (que se quedó en
Tangarará y no formó parte de la hueste que subió a Cajamarca). Y
durante la subida a la cordillera y en Cajamarca fue desplazado por
Martinillo, quien habría demostrado su superioridad en el manejo de la
lengua.
En el famoso encuentro entre el cura Valverde y Atahualpa en la plaza
de Cajamarca, todos los informes de los eventos indican que hubo solo
un intérprete, pero pocos dan su nombre. Sin embargo, Miguel de Estete,
que era secretario de Pizarro y estuvo presente, señala que era
Martinillo.
El único momento importante en que, indican los cronistas con
unanimidad, Pizarro elige como traductor a Felipillo es durante los días
finales del cautiverio de Atahualpa, cuando no tiene alternativa. Ha
enviado a Martinillo con Hernando de Soto a Huamachuco para comprobar si
estaban fundamentados los rumores de que se estaba gestando un ataque
contra los españoles en los alrededores de Cajamarca. La movida de
Pizarro es, sin embargo, bastante sospechosa. Parece como si hubiera
deseado deshacerse de la incómoda presencia de Soto, uno de los pocos
que insistía en mantener al Inca con vida, y de paso apartar a
Martinillo y obtener mayor control sobre las traducciones del mucho más
manipulable Felipillo, a quien muy probablemente sabía desesperado por
demostrar su utilidad.
Desesperación. Angustia. Incertidumbre. Deseo de agradar a cualquier
precio a los que lo arrancaron en 1527 o 1528, cuando frisaba los 13 o
14 años, de las costas de sus ancestros. A falta de alguien, algo más a
quien o a qué deberle lealtad. Desenraizado y desorientado por completo
después de cuatro o cinco largos años en tierras extranjeras, en las que
seguramente vivió muchas cosas que no podía comprender y no tuvo tiempo
de digerir. Destruido en su interior: al pasar de nuevo por las costas
que habían sido las suyas, halló solo la devastación ocasionada por la
guerra interminable entre Huáscar y Atahualpa, el paso de la viruela y
los enfrentamientos sangrientos entre grupos étnicos locales. Con nadie a
quien pudiera llamar pariente, amigo o simplemente coetáneo.
Aprendiendo sobre la marcha un idioma extraño cuyas palabras la exigían
verter a otro idioma extraño que acababa de conocer. Y, por ello,
condenado a inferir, deducir o simplemente inventar las traducciones que
se le exigía día a día para poder sobrevivir.
Cuenta la historia que, cuando se aproximaba el tiempo de las
decisiones sobre la suerte del Inca, Felipillo distorsionó los
testimonios de los nativos y que hizo todo lo posible para convencer a
los españoles de que Atahualpa estaba complotando contra ellos y hacerlo
ejecutar. Que actuó de este modo pues había sido atrapado haciendo el
amor a una de las esposas del monarca incaico y deseaba evitar la feroz
represalia del Inca y salvar su pellejo.
El historiador John Hemming deshace la patraña, que ha sobrevivido
hasta nuestros días y sigue siendo repetida sin cuestionamientos, en su
bien informado libro The Conquest of the Incas. En él, señala
que ninguna de las crónicas contemporáneas a los eventos menciona el
hecho. Este solo empieza a ser referido a inicios de la década de 1550,
cuando se trataba de recuperar la estela glamorosa y legendaria de los
conquistadores y se buscaba tenazmente chivos expiatorios a quienes
atribuir la culpa de la muerte de Atahualpa, que había ocasionado la
reprobación real. Esto formaba parte de una estrategia para salvar la
reputación de los conquistadores y preparar al terreno para sus
reclamaciones. Señala con nombre y apellido a sus autores: Agustín de
Zárate y López de Gómara. Nadie consideró, indica Hemming, que oficiales
tan astutos como Francisco de Xerez y Pedro Sancho eran difíciles de
engañar por una mala traducción en testimonios tan importantes.
Después de la muerte de Atahualpa, Felipillo fue a parar a la
comitiva de Almagro y Martinillo a la de Pizarro, dándole una nueva
dimensión a su rivalidad: la de las guerras civiles españolas. Y es aquí
donde nuevamente el camino de uno y otro traductor diferirán por
completo. Por un lado, Martinillo se convertirá en un fiel seguidor de
los Pizarro, a quienes servirá en las buenas y en las malas, y gracias a
quienes obtendrá hacienda, detentará un respetado cargo vinculado a su
oficio de intérprete, se casará con una señora española, llegará a tener
un esclavo negro a su servicio y adquirirá el nombre de “don Martín”,
apelativo reservado a los curacas y los jefes. Su caída en desgracia coincidirá con la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro.
Felipillo, por su parte, jamás se convertirá en “don Felipe”. El
relato de sus traiciones posteriores ha sido realizado por el usualmente
fidedigno Gonzalo Fernández de Oviedo, aunque no debemos olvidar que
fue este cronista el que inventó la historia del famoso “juicio a
Atahualpa”, que nunca se realizó.
Cuando Almagro llegó a Quito en 1534 para enfrentar a Pedro de
Alvarado, quien amenazaba con reclamar las posesiones del actual Ecuador
como suyas, Felipillo abandonó subrepticiamente el campamento de su
señor, fue al de Alvarado y le informó de los escasos hombres y
pertrechos con que Almagro contaba. Sin embargo, los dos líderes
españoles llegaron finalmente a un acuerdo pacífico, y Almagro estuvo a
punto de quemar a Felipillo en la hoguera.
La acción de Felipillo nos parece creíble, en la medida en que el
traductor indígena no tenía ninguna razón para deberle lealtad y
Alvarado parecía constituir una mejor perspectiva para su supervivencia.
Sin embargo, nos hace dudar de su veracidad el hecho de que Almagro
haya vuelto a confiar lo suficientemente en él para enviarlo como
emisario, con la misión de establecer contacto con Manco Inca en Cuzco
en 1535. El objetivo del encuentro, de fundamental importancia, era
convencer al soberano incaico de forjar una alianza con Almagro
(mientras Martinillo hacía lo propio en representación de los Pizarro).
Alguna fibra profunda debieron haber tocado esta entrevista con Manco
Inca, pues el convencido terminó siendo él. Quizá Felipillo vio en el
jovencísimo monarca –Manco debía andar por su edad, los veinte años-
alguien con quien podía finalmente identificarse. Lo cierto es que, en
complicidad con Huillac Uma, Sumo Sacerdote Solar y aliado de la
conspiración, abandonó la expedición de Almagro a Chile poco antes de
llegar a su destino para unirse a la gran rebelión simultánea liderada
por Manco, que cercaría al Cuzco y a Lima en 1536.
Huillac Uma logró escapar y llegar al Cuzco, pero a Felipillo lo
encontraron, capturaron y ejecutaron (mediante la pena del garrote,
según algunos; descuartizado, según otros). Pero no sin dar batalla. El
capitán español Martín Monje indicaría en un testimonio de servicios
prestados a la corona el de haber ganado una fortaleza en una montaña
“donde un capitán llamado Felipillo se había fortificado a sí mismo con
unos cuantos guerreros”. El traductor indígena tendría para entonces
entre 21 y 22 años.
No podemos evitar imaginar el tipo de reflexiones que pudieron pasar
por su cabeza en los momentos finales. No lo visualizamos desorientado,
desubicado, fragmentado, lamentando su “error de cálculo”, como insisten
algunos historiadores sin base alguna. No creemos los informes de
Fernández de Oviedo de que terminó confesando sus culpas, incluida la de
la muerte de Atahualpa.
Mientras el garrote se va cerrando poco a poco sobre su cuello o sus
descuartizadores le van descoyuntando los miembros uno por uno, lo
imaginamos repasando su propia vida. Deseando quizá haber vivido una
menos incierta, con amos más dignos de lealtad. Pero sin un ápice de
arrepentimiento por haber intentado contribuir en la parte final de su
existencia al restablecimiento de un imperio en el que por fin habría
espacio para alguien como él.
Hola , estoy aquí devolviendote la visita , y me he quedado fascinada por la informacion que tienes. Ami me gusta mucho la historia , especialmente de nuestro pais y me encantan los blogs como el tuyo que la dan a conocer.
RépondreSupprimerSaludos
Hola Yamile, muchas gracias por tu visita y tu comentario. Te tengo que confesar que no soy peruana, pero estoy enamorada de este lindo pais, que es el pais de mi novio. Aqui pongo un poco de todo, musica, historia, gastronomia (lo que explica el porqué de mi vista en tu pagina).
SupprimerSaluditos y hasta pronto =)
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